- Marcos Alcaraz
Amaia - Pero no pasa nada
Uno no intenta ser ajeno a fenómenos como Operación Triunfo, simplemente lo es por falta de
interés. Pero uno vive en este mundo, tiene redes sociales y de vez en cuando enciende la
televisión: es imposible escapar al ruido mediático de talent shows como aquel cuando se
encuentran en estado de efervescencia.
Incluso a los que no seguíamos el programa nos llegaron varios nombres de una primera
edición que contaba con el seguimiento que no había tenido ninguna otra desde aquella
primigenia con Bisbal, Bustamante o Chenoa. Nos llegaban nombres como Aitana, Ana Guerra
o Alfred, que sabíamos que nunca más íbamos a volver a oír pero de los que por entonces era
imposible escapar. Y principalmente, a todos aquellos que vivimos en el ascetismo respecto a
estos temas, nos llegó una voz privilegiada, un rayo de luz entre el más recóndito averno: nos
llegaron noticias de una tal Amaia.
Y cuando acudías a explorar aquellas noticias que hablaban de milagro en el infierno, no
necesitabas más de diez segundos para constatar que aquella joven de cara inocente y simple
sonrisa contaba con un chorro de voz que muy pocas veces aparece. Y en cada versión que
realizaba daba su sello personal y dignificaba canciones precisamente en territorio hostil para
la dignidad. Escogía temas poco habituales para un concursante promedio (Bowie, Aute o
Víctor Jara). Era, en general, la aparición de una nueva Cecilia, de voz poderosa a la par que
angelical, e invitaba a cruzar los dedos para que la industria no se comiera un talento
semejante, como solían hacer con el resto de participantes en un concurso donde lo último
que importa es el talento musical.
Los pasos que dio nada más salir de un concurso que, seguramente, pasará a ser un borrón en
su carrera, invitaban al optimismo: entró dentro del circuito de festivales sin ni siquiera haber
publicado una canción y colaboró, al margen de todo lo que se esperaba de ella, con Carolina
Durante en la que posiblemente sea el mejor tema de la banda madrileña. También se le veía a
gusto en compañía de Axolotes Mexicanos y realizaba versiones de Neutral Milk Hotel. En
general, había las suficientes pistas para pensar que los primeros pasos de la cantante podrían
ser, como mínimo, prometedores.
Insiste Amaia promocionando su nuevo álbum que la principal búsqueda a la hora de preparar
este “Pero No Pasa Nada” era su total independencia de esos grandes monstruos de la música.
Que ella ha buscado en todo momento tener la voz principal de su primer proyecto, y que
asegura haberlo conseguido. Así, su álbum debut pasó de las manos de Raul Refree a la
producción de Santi de Él Mató a Un Policía Motorizado, sorprendiendo a propios y extraños
tras la publicación de un avance muy folk llamado “Un Nuevo Lugar” que finalmente se ha
quedado fuera de su primer largo.
Es fácil constatar que buscaba Amaia finalmente en este Pero No Pasa Nada para entender la
razón por la que ha prescindido finalmente de Refree: la navarra ha huido en mayor medida
del folclore que pudiera emparentarla con Silvia Pérez Cruz para entregar un álbum de pop
clásico. Sin embargo, no tener claro el camino se constata en las escuchas, pues no se sabe si
Amaia quiere ser la nueva Cecilia, si únicamente quiere entregarse al pop más masivo o busca
únicamente ser un remedo de La Bien Querida. Busca Amaia desarrollarse en un estilo
habitual donde su voz es su virtud y a la par defecto, pues todas las composiciones están
realizadas en base al portentoso timbre de la navarra, quedando relegados a un segundo o
incluso tercer plano todos los instrumentos acompañantes, y algo esclavizada la composición
de la canción. Y cuenta con su principal debe en unas letras que cuando no son tan cursis como
para producir diabetes al oyente, bordean continuamente el ridículo: Amaia cae simpática por
tener un candor juvenil, pero desgraciadamente sus letras también parecen propias de una
preadolescente. “La luna se refleja en mis uñas mordidas, estoy pasando frío porque me he
olvidado el jersey”, llega a cantar, en uno de los momentos más duros de la escucha.
Quedan pequeños vestigios de lo que puede llegar a ser en el single El Relámpago; juega a ser
la nueva Amaia (Montero) en Quedará en Nuestra Mente y se codea con el indie patrio en
Quiero Que Vengas, pero no son más que ligeros detalles hundidos en un álbum convencional
y por lo general mediocre, donde el talento y su voz son presos de un camino indefinido y de
defectos inocentes pero no indulgentes como son sus letras, losas absolutas para un conjunto
que ni brilla ni desespera en un pop que ya hemos escuchado antes. Esperemos que los
siguientes pasos de este diamante en bruto sean más firmes que este primer Pero No Pasa
Nada. De momento, tiene tiempo.